La ceremonia y pompa del reciente viaje del presidente estadounidense Donald Trump a Arabia Saudita fueron puro espectáculo. Recibido con avidez sobre una extravagante alfombra color lavanda, escolta de caballos árabes y un séquito cuidadosamente seleccionado de magnates internacionales, la bienvenida de Trump por parte del príncipe heredero Mohammed bin Salman (MBS) no fue meramente diplomática—fue calculada. Fue otro episodio en el proceso saudita de rebranding ante el mundo.
Pero bajo el espectáculo real y la fastuosidad hay una realidad mucho más fea: represión, censura, violencia y autoritarismo. Mientras el reino se prepara para albergar la Copa Mundial de la FIFA 2034, debemos preguntarnos por qué se están realizando estas inversiones en prestigio global. Arabia Saudita no quiere simplemente organizar una competición de fútbol; quiere blanquear su reputación internacional mediante el sportswashing.
La visita de Trump: una mirada a la estrategia saudita
La llegada de Trump aquel martes fue, cuanto menos, dramática. La alfombra lavanda sustituyó a la tradicional alfombra roja, representando flores silvestres del desierto saudita y una supuesta “generosidad”. Trump también lucía una corbata púrpura a juego, como gesto de solidaridad con sus anfitriones sauditas. Mohammed bin Salman lo recibió personalmente en la pista de aterrizaje—un gesto reservado a los líderes mundiales. ¿Por qué tanto despliegue? Porque Arabia Saudita valora mucho la óptica en el escenario global. Y en términos de imagen, ser anfitrión del Mundial es el santo grial. En palabras del propio Trump en un foro de inversiones en Riad:
“Desde el primer día, hemos visto cómo la riqueza fluía—y sigue fluyendo—hacia Estados Unidos”.
Sus palabras no fueron una crítica económica, sino una declaración moral. Para Trump, ser amigo de MBS y obtener ganancias es más importante que los abusos a los derechos humanos. “Me cae demasiado bien”, confesó sobre MBS. “Por eso damos tanto”. Que estas palabras resuenen.
Sportswashing: maquillaje para una realidad brutal
Arabia Saudita está invirtiendo miles de millones en tecnología, deporte, entretenimiento e inteligencia artificial. Desde la introducción del LIV Golf hasta la adquisición de futbolistas estrella para su liga nacional, el reino está ejecutando una estrategia calculada para afirmar su dominio y desviar la atención internacional de sus abusos.
Ganar los derechos para albergar la Copa Mundial de la FIFA 2034 es el pináculo de esta estrategia—un torneo global visto por miles de millones, donde Arabia Saudita tendría la plataforma ideal para dejar atrás:
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El asesinato del periodista Jamal Khashoggi dentro de un consulado saudita.
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El arresto y presunta tortura de activistas por los derechos de las mujeres, como Loujain al-Hathloul.
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La catastrófica guerra en Yemen, que ha costado miles de vidas y ha generado una crisis humanitaria.
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La ausencia de libertad de expresión, oposición política y derechos LGBTQ+.
¿Merece una nación así organizar el evento deportivo más prestigioso del mundo?
Complicidad empresarial: negocios por encima de la ética
Trump no estuvo solo en Riad. Lo acompañó un grupo selecto de líderes en inversión y tecnología: Elon Musk (Tesla), Sam Altman (OpenAI), Larry Fink (BlackRock) y Jensen Huang (Nvidia). Ninguno expresó preocupación moral; todos estaban allí para cerrar negocios.
Por ejemplo, Nvidia reveló que vendía más de 18.000 chips de IA a una empresa estatal saudita, facilitando un régimen conocido por su censura y vigilancia. El mensaje era claro: mientras haya dinero, la ética puede esperar.
Al permitir que Arabia Saudita organice el Mundial, la FIFA pasaría a formar parte de este estribillo de complicidad, otorgando legitimidad internacional a un régimen que encarcela a sus críticos y sofoca la disidencia.
Historia de dos visitas: Trump vs. Biden
El contraste con la visita del presidente Joe Biden en 2022 no podría ser más marcado. Biden, que ya había calificado a Arabia Saudita como “paria” por el asesinato de Khashoggi, fue recibido discretamente y saludado con un polémico choque de puños por MBS.
Trump, en cambio, fue recibido con guardias de honor, caballos y toda la pompa ceremonial. Su visita no fue un gesto diplomático—fue una celebración del poder y la influencia, del modo en que MBS premia la lealtad e ignora la rendición de cuentas.
Si la FIFA sigue adelante y concede a Arabia Saudita la Copa Mundial 2034, estará extendiendo su puño a un régimen que no merece ningún aplauso internacional.
Alfombras lavanda y tratos lujosos: una distracción de la represión
Los fastuosos espectáculos sauditas—como la alfombra lavanda desplegada para Donald Trump—no son meramente simbólicos; están diseñados para distraer. Ocultan una oscura realidad de represión, vigilancia y censura. El reino está usando eventos globales y visitas VIP para limpiar su imagen internacional mientras reprime la oposición en casa.
Desde inversiones en inteligencia artificial hasta bienvenidas de lujo, estos gestos de poder blando solo sirven para oscurecer aún más el terrible historial de derechos humanos de Arabia Saudita. En nuestro camino hacia el Mundial 2034, debemos detenernos y preguntar: ¿estamos celebrando el fútbol o facilitando la tiranía tras un velo de terciopelo?
El fútbol debe unir, no blanquear
La Copa Mundial debe ser un festival de unidad, diversidad y comunidad. Une a personas más allá de su nacionalidad, género, credo o raza. ¿Puede Arabia Saudita—donde hasta hace poco las mujeres no podían viajar sin permiso, donde las identidades LGBTQ son ilegales y los disidentes políticos son castigados—representar estos principios?
No lo olvidemos: Jamal Khashoggi fue brutalmente asesinado en 2018 por agentes sauditas, supuestamente por órdenes de MBS. Disidentes en 2023 siguen encarcelados por tuitear. ¿Y el mismo régimen quiere recibir al mundo con los brazos abiertos en 2034?
Eso no es unidad. Eso es propaganda.
¿Por qué boicotear Arabia Saudita 2034?
Nunca es demasiado pronto para actuar. Aficionados al fútbol, defensores de derechos humanos, atletas y organizaciones civiles deben unirse y exigir a la FIFA:
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Revocar a Arabia Saudita el derecho de albergar la Copa Mundial 2034.
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Considerar los abusos de derechos humanos antes de otorgar eventos globales.
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Establecer estándares morales sólidos para elegir las sedes del Mundial.
También debemos pedir a patrocinadores, cadenas televisivas y equipos que reconsideren su participación. Así como la presión alejó a empresas del apartheid sudafricano, también puede ahora promover la responsabilidad.
Las alfombras lavanda no cubren las manchas de sangre
La alfombra roja de Trump puede ser vistosa, pero no limpiará la sangre de las manos de Arabia Saudita. Los acuerdos económicos, tecnológicos y deportivos pueden distraer al mundo por un tiempo, pero no borrarán la culpa de un régimen por sus crímenes.
El mundo merece una Copa Mundial en una nación que muestre lo mejor de la humanidad—no una que busque esconder lo peor. FIFA, la pelota está en tu campo.